Tintín es el antecesor de Indiana Jones

Ante el inminente estreno de su largamente acariciado proyecto «Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio», Spielgberg conversó con el diario digital ABC. sobre lo que representa para él esta película animada.

Aunque su apariencia (gorra de béisbol, gafas y zapatillas deportivas) es casi tan característica como el perfil que hizo inimitable la sombra de Hitchcock, una no advierte que se encuentra ante el «Rey Midas de Hollywood» hasta que no estrecha su mano. Es entonces cuando Steven Spielberg despliega el encanto que, con toda la sencillez que solo aporta la sabiduría, le ha llevado a hacer historia cinematográfica. Casi medio siglo después de su primera película, y con más de cien historias a sus espaldas, el padre de «Tiburón» regresa a la dirección con uno de los proyectos que han marcado su carrera: llevar Tintín a la gran pantalla, con la colaboración de Peter Jackson. El personaje creado por Hergé se le resistía a Spielberg desde hace treinta años, pero al fin «Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio» se estrenará en todo el mundo el 28 de octubre. Y lo hará como mandan los cánones: en 3D y con tecnología «motion capture».


—¿Por qué es tan especial para usted el personaje de Tintín?
—No conozco a ningún personaje tan bueno, íntegro y moralmente correcto. Me gusta porque siempre consigue su primicia. Lucha contra crímenes serios, se enfrenta a traficantes, pero todas sus historias despliegan un aura de inocencia y están envueltas de moralidad. Peter y yo no queríamos que esa inocencia se perdiera en la película. Lo curioso es que, pese a su perfección, pierde fácilmente los estribos y puede llegar a patear a su perro, golpear las paredes… Ahora que lo pienso, en realidad el personaje más puro y casi el héroe de la historia es Milú.

—¿Qué relación existe entre Tintín e Indiana Jones?
—Tengo que decir que Tintín no es el nuevo Indiana Jones. De algún modo es su antecesor, porque al releer las primeras críticas que tuvo «Indiana Jones» me doy cuenta de que lo comparaban mucho con el personaje creado por Hergé. Ahora, casi treinta años después, no puedo creer que tuviera frente a mis ojos esa conexión y no fuera consciente. Tintín encarna la imagen del superhéroe mucho antes de que este gozara de la popularidad que ahora tiene en el cine.

—¿Cómo afrontó trasladar a la gran pantalla las historietas de Hergé?
—Hergé siempre tenía una historia en mente, y su fin no era la mera distracción o el entretenimiento. Todo tenía un nudo y un desenlace. En definitiva, Hergé era un guionista que tenía un pincel en la mano que usaba como una cámara. Cuando leí sus libros por primera vez me dije: «Este hombre es un cineasta». Su obra fue tan innovadora que lo único que hicimos fue subirnos a sus grandes hombros. Fue un adelantado y nos hizo el trabajo mucho más fácil.

—¿Cuál fue la implicación de la familia de Hergé?
—Los administradores del legado de Hergé revisaron y aprobaron todo el guión. Nos hicieron muchas sugerencias, que fueron tremendamente útiles para mejorar la historia, pero nos dieron libertad a la hora de adaptar su universo a la gran pantalla. Esa libertad fue fundamental porque, en realidad, si lees las historias de Hergé te das cuenta de que no duran más de veinte minutos, y, de no haber tenido esa libertad, no habríamos podido contarlas en un largometraje.

—¿Qué pensaría Hergé de su película? ¿Se sentiría orgulloso?
—Sentiría que hemos hecho un buen trabajo, que fue justo lo que nosotros sentimos al terminar el rodaje. Hergé solo pudo dar vida a sus personajes a través de las historietas, pero estoy seguro de que soñó las aventuras de Tintín y Milú a todo color y en movimiento. Y sí, Hergé se sentiría muy orgulloso de nuestra película.

—¿No hubiera sido mejor un Tintín de carne y hueso?
—La animación me ha permitido ser mucho más que el director de la película. Pude ser iluminador, cámara, diseñador, fotógrafo… pude hacer yo mismo trabajos por los que suelo contratar a personas y eso me acercó, más que nunca en toda mi carrera, a lo más puro del ámbito cinematográfico. Pude estar mucho más cerca de los actores porque era invisible para las cámaras y podía intervenir directamente en las escenas. Es justo lo que sucede en un ensayo de teatro. Hacía muchísimos años que no tenía esta oportunidad y ha sido una experiencia maravillosa.

—Se ve que le gusta la animación.
—Fui el primero que hizo una escena de animación digital. La incluí en «El secreto de la pirámide», una película de los 80 sobre el joven Sherlock Holmes que poca gente sabe que es mía. También creé el primer protagonista animado en «Parque Jurásico». Gracias a las nuevas tecnologías, se puede hacer de todo y eso es una bendición… pero también una maldición.

—De todos sus personajes, ¿cuál sería su álter ego?
—Me veo reflejado en muchos personajes, aunque creo que mi álter ego sería Tintín. Sería el héroe que nadie se cree, porque a la hora de saltar el precipicio sería incapaz por mi terrible vértigo. Siempre quiero ser el héroe… hasta que me toca saltar.

—Está a punto de cumplir 65 años y los proyectos se le acumulan. ¿De dónde saca tantas energías?
—Me viene de familia. Mi madre tiene 91 años, mi padre 94, y están perfectos de salud. Regentan un restaurante, «La Vía Láctea», y mi madre se ocupa de todo. Eso me inspira profundamente. Si visitan Los Ángeles, vayan al restaurante, ¡no se lo pierdan!

Vía: ABC